¿Sabías que tus emociones influyen en tu forma de gastar y ahorrar dinero?

Muchas veces compramos cosas por impulsos, por ansiedad, por aburrimiento o por querer llenar un vacío emocional.

Y eso puede afectar negativamente a nuestro presupuesto y a nuestro bienestar.

En este artículo Romina Capetillo, experta en finanzas personales, explicará cómo tus emociones pueden influir en tu forma de gastar y ahorrar dinero, y cómo puedes manejarlas para tener una mejor salud financiera. Para eso te entregará dos recomendaciones:

  • Identificar y canalizar emociones
  • Definir metas claras y realistas.

Manos a la obra.

1. Identifica y canaliza tus emociones

Muchas veces compramos cosas impulsivamente, llevados por nuestras emociones y su amplio abanico. Estas emociones pueden ser estrés, tristeza, envidia, culpa o cualquier otra. Y eso puede afectar negativamente a nuestro presupuesto y a nuestro bienestar.

Para evitar esto, lo primero que debes hacer es identificar qué emociones te llevan a gastar más de lo que deberías. Luego, busca formas de canalizar esas emociones de manera positiva y saludable, sin recurrir al dinero. Por ejemplo:

  • Si te sientes estresado, puedes hacer ejercicio, meditar o escuchar música.
  • Si te sientes triste, puedes hablar con un amigo, leer un libro o ver una película.
  • Si te sientes envidioso, puedes practicar la gratitud, el optimismo o el altruismo.

Así podrás reducir la tentación de pedir comida por delivery o comprar ropa que no usarás.

2. Define metas financieras claras y realistas

Otra forma de controlar las emociones para ahorrar es definir metas financieras claras y realistas. Esto te ayudará a tener un propósito y una motivación para ahorrar y gastar de forma inteligente.

Para ello, te sugerimos que tomes lápiz y papel y crees un plan concreto. Por ejemplo:

  • Si quieres comprar un electrodoméstico, calcula cuánto dinero necesitas ahorrar y en cuánto tiempo lo puedes lograr.
  • Luego, define cuánto dinero vas a destinar cada mes para ese objetivo y cómo vas a reducir tus gastos innecesarios.

Así tendrás un panorama más claro y podrás medir tu progreso. Al tener un plan reduces la impulsividad y aportas racionalidad a tus decisiones.